El infarto cerebral o ictus se produce cuando una arteria del cerebro se obstruye o se rompe y deja de suministrar riego sanguíneo a las células del cerebro. Éstas dejan de recibir oxígeno y acaban muriendo.
Sus principales síntomas son la pérdida de memoria, adormecimiento en diferentes partes de la cara como los labios, los ojos (que en algunos casos se quedan torcidos) o en las extremidades, mareos, dolor de cabeza, e incluso presenta algunas dificultades a la hora de entablar conversación, dificultades también para tragar alimentos o bebidas, e incontinencia urinaria.
Los factores de riesgo, es decir, las causas que pueden llegar a producirla son la hipertensión arterial, la diabetes (azúcar en la sangre), enfermedades cardiacas, aumento del colesterol, consumo excesivo de bebidas alcohólicas o drogas, tabaquismo. El sedentarismo y la obesidad favorecen asimismo a su desarrollo.
Sus consecuencias son muy graves. El infarto cerebral está situado como una de las tres primeras causas de muerte y la primera de incapacidad motora.
Se puede evitar siguiendo una serie de pasos como controlar la presión arterial, mantener una alimentación equilibrada, baja en sal y se deben evitar las grasas saturadas, no fumar ni beber alcohol, actividad física.